domingo, 9 de septiembre de 2012

Relato inédito de Cazadores de Sombas (1)


Todos los días hasta el 17 de septiembre  podrás leer un fragmento de Una oscura transformación, escrito por la autora de Cazadores de Sombras, Cassandra Clare.

Aquí tienes el primer fragmento del relato, pero para poder conseguirlo entero deberás visitar ciertas webs o blogs de Cazadores de Sombras. Cada día se desvelará quién continuará con el relato.


VENGANZA, AMOR, SAGRE, TRAICIÓN

CAZADORES DE SOMBRAS 5. CIUDAD DE LAS ALMAS PERDIDAS

 - UNA OSCURA TRANSFORMACIÓN -

Era un bar muy pequeño situado en una calle estrecha y empinada de una ciudad amurallada llena de sombras. Jonathan Morgenstern llevaba sentado a la barra del bar al menos un cuarto de hora, tomando una copa, cuando se levantó y bajó la larga y desvencijada escalera que conducía al club. El sonido de la música parecía querer abrirse camino hacia arriba a medida que él bajaba: podía notar que la madera vibraba bajo sus pies.

El lugar estaba lleno de cuerpos que se retorcían y de un humo que lo disimulaba todo.  Era el tipo de local por el que solían merodear demonios. Lo que lo convertía a su vez en el tipo de local que frecuentaban los cazadores de demonios.

Y el lugar ideal para alguien que iba a la caza de un cazador de demonios.

El humo de colores recorría el aire dejando tras de sí un vago aroma a ácido. Las paredes del club estaban cubiertas de grandes espejos. En ellos se vio a sí mismo atravesar la sala. Una esbelta figura vestida toda de negro, con el pelo igual que el de su padre, blanco como la nieve. Por la humedad, el calor y la ausencia de aire, notaba la camiseta empapada en sudor pegada a su espalda. Un anillo de plata brillaba en su mano derecha mientras ojeaba la estancia en busca de su presa.

Allí estaba, en la barra, como si intentara mezclarse con los mundanos.

Un chico. De unos diecisiete.

Un cazador de sombras.

Sebastian Verlac.

A Jonathan no le interesaba la gente de su edad —si había algo más aburrido que los adultos, eran los demás adolescentes— pero Sebastian Verlac era distinto. Jonathan lo había escogido, especial y específicamente del mismo modo en que ciertas personas elegirían un traje caro hecho a medida.

Jonathan caminó lentamente hacia él, dándose tiempo para estudiar al chico. Había visto fotografías, claro, pero la gente siempre resulta diferente en persona. Sebastian era alto, de la misma estatura que el propio Jonathan, y ambos compartían una constitución esbelta. Seguro que su ropa le quedaría perfecta. De pelo oscuro (Jonathan tendría que teñírselo, lo cual sería un engorro, pero no imposible). Sus ojos eran negros también, y sus rasgos, aunque irregulares, formaban un todo armónico: irradiaba una especie de carisma amigable que lo hacía atractivo. Su aspecto dejaba entrever lo poco que le costaría confiar en alguien, o sonreír.

Parecía bobo.

Jonathan se acercó a la barra y se apoyó en ella. Se volvió hacia el chico para que éste pudiera ver cómo lo observaba.

—Bonjour.

—Hola —respondió Sebastian en inglés, la lengua de Idris, aunque con un leve acento francés. Tenía los ojos entrecerrados. Parecía contrariado al saberse observado, como si se estuviera preguntando la naturaleza de Jonathan: ¿un camarada cazador de sombras, o tal vez un brujo sin ningún rasgo reconocible?

«Algo perverso se avecina  —pensó Jonathan— y ni siquiera te das cuenta.»

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